jueves, 22 de diciembre de 2016

Final en fotos


Entrar a Etiopía por la frontera de Metema ha sido toda una experiencia que en absoluto te deja indiferente. Es una simple raya separando a dos pueblos que son uno solo en la vida cotidiana. Un hervidero de gente pulula constantemente por la calle ganándose la vida de forma muy distintas; puede ser pidiendo limosna, ofreciéndote una báscula dónde ver tu peso a cambio de una moneda o vendiendo comida en la acera. Cada cual como buenamente puede. El colorido es enorme y el cambio de  hábitos y vestido se aprecia inmediatamente al cruzar.

Aquí hay menos musulmanes y  más cristianos. La palabra "Bar" es frecuente en los carteles, y en uno de ellos pude tomar una cerveza fresquita después de tantos días de pedaleo por el desierto de Sudan. Ahí, en la crudeza del desierto, es cuando la hubiese disfrutado de verdad.




Al adentrase en Etiopia los paisajes van a cambiar bastante porque hay montañas y el color verde de los árboles pasa a primer plano. Hay extensiones grandes de cereal que está en momentos de cosecha y que recuerda mucho a los campos de Castilla. He visto como majaban y como se repetía la imagen típica del labrador lanzando al aire la maja para separar el grano del trigo retrotrayéndome por momentos a los días de mi niñez.


¿Castillos en África?. Pues sí, están en la población de Gondar, designada por alguien como el Camelot de África. En el siglo XVII un emperador llamado Fasilidas decidió construir un castillo para pasar en él la temporada de lluvias. Un acontecimiento raro porque entonces la población era nómada. Lo demás vino rodado, claro, si el rey hace un castillo la cosa y el lugar se ponen de moda y se acaba creando una ciudadela que a día de hoy ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad.

Con el cambio de país también cambian algunas costumbre culinarias.


Una de las que se mantiene aunque venido a menos es el "ful", conocido desde Egipto hasta Somalia.


Básicamente son habas cocidas que se sirven machacadas y aliñadas con un chorretón de aceite de oliva y a veces añaden cebolla cortada fina y algo de zumo de limón. Un plato contundente que se cocina en un pote con una forma muy característica.


Pero en Etiopía hay un plato típico realmente propio y singular. Es el llamado "Ingera". Sobre una base de crepé hecha de harina de teff se añaden ingredientes variados a base de verduras, carne y salsas. Se come cogiendo pedazos de crepe que junto con la mano derecha se utilizará a modo de cuchara para llevarse la comida a la boca. A mi me costó comerlo así, lo reconozco. La falta de costumbre se hace patente, por eso siempre llevo conmigo una chuchara y un tenedor.



ESTAMPAS de ADDIS ABEBA


Si en la frontera el cambio en el modo de vestir respecto a los otros dos países que visité era evidentes, aquí, en la capital, el cambio es absoluto. Los jóvenes son los más a la moda, así que no faltan sus pantalones pitillo, las zapatillas deportivas y las camisas a la última. En las mujeres el cambio se nota una barbaridad porque pasamos de verlas cubiertas con Chador y Niqap a estas otras donde la moda occidental esta a la orden del día.   
  


¡Hasta la victoria siempre!. Gloria eterna a Fidel. Queda claro que aquí el camarada Fidel Castro tiene un puñado de buenos seguidores que han querido honrar su memoria con motivo de su muerte.


No es el mismo estándar de construcción que en España, se aprecia enseguida. Lo llamativo es el tipo de andamios construidos con palos de árboles jóvenes, supongo que de eucalipto. Ver a esas criaturas deambulando por el edificio sin el menos tipo de protección hace que desvíes la mirada, como temiendo cualquier cosa.




Me encanta esto. Los ataúdes están expuestos al publico para que se aprecie sus calidad, sus diseños y su acabado. Me parece mucho mas simpático encarar el tema de la muerte con cajas llenas de colorido y no las feas cajas negras que usamos en Europa.


Me divierte mucho esta imagen. Cuando la vi, pensaba, "o la avería es bien jodida o están en un curso presencial de mecánica", jejeje. Lo cierto es que enfrente hay un taller mecánico. Y si, como en España, siempre hay uno currando y cinco dirigiendo, opinando etc...


¿Alguna duda?. Ahí están otra vez, uno trabajando y cuatro controlando la calidad. Que no se me enfaden por aquí, también en España esto ocurre a veces. Me hace gracia, sencillamente.

Por cierto, hay mucha población china trabajando en infraestructuras. Un chico de la localidad me comentaba jocosamente que sí, que era como una pequeña China. Recuerdo algo similar en Bolivia.

Como ciudad grande que es Adis Abeba me causó extrañeza no ver camiones de recogida de la basura y la escasez de  papeleras. Me fijé en estos carros empujados por personas llenos con restos de cosas. No se si es un servicio oficial o son personas que por cuenta propia se ganan la vida con esta labor.


Se que en España tenemos mucho que mejorar respecto a la ayuda social a las poblaciones más marginadas, en este caso los indigentes, pero aquí me he sobresaltado viendo ciertas situaciones. Me refiero a los niños, en este caso de una cortísima edad. En este caso, lo que vi,  ocurrió en una plaza céntrica mientras daba un paseo. Había tres mujeres muy jóvenes pidiendo limosna. Pude comprobar que de las tres, dos eran ciegas totales y de ellas dependían  niños muy pequeños. Una tristeza. Particularmente opino que un pueblo nunca podrá ser grande ni importante ni sentirse orgulloso de casi nada si no es capaz de proteger a sus niños de las calamidades de la pobreza.





MI ALOJAMIENTO



Una especie de casa propia durante once días. Este patio es la entrada al alojamiento, todo un lujo sentarse a tomar el sol, charlar o utilizar Internet con la Wifi mientras tu intimidad esta protegida, no solo por el cercado sino también por las cinco personas que trabajan diariamente y que forman una familia en toda regla.


Aquí están cuatro del grupo. De izquierda a derecha: Edale, Beltu, Hayle y Wondu. Este último además está cursando estudios superiores, que no se de donde demonios saca el tiempo.

Y esta es Mekias, (Mekdes), se pronuncia, y es una joven increíble que viéndola trabajar te deja boquiabierto. Al margen de ayudar en las tareas de limpieza ella se encarga de hacer la comida para el grupo y de ser la "cafetera oficial".

En Etiopía es bien sabido que existen plantaciones de un buenísimo café. Y como no podía ser menos, la gente es consumidora insaciable y, además, lo hacen compartiendo un ritual que a mi me encandiló. No he visto a nadie disfrutar de una o cuatro tazas y tener prisa.

Esta chica, después de la comida saca todo su equipo y ahí, en su rinconcito, comienza la preparación del café. Lo hace sobre un brasero con carbón vegetal sobre el que coloca un pote negro de cerámica con agua. Nosotros nos colocamos alrededor, en un espacio corto, esperando y formando parte ya del ritual. A partir de ahí ella controla tiempos, hervores, cantidad de café etc., etc. El resultado solo se puede comprender tomando una o varias  tazas. Nunca suele ser una sola.


Y tenemos un vecino especial que varias veces al día se pasa por la pensión. Nos saluda y al poco vuelve a su rincón un poco más arriba en la misma calle.


No recuerdo su verdadero nombre. Para mi es Teddy, por esa camisa verde que no se cambió  desde el día de mi llegada. O eso, o es que las tiene repetidas. En realidad es un enamorado del cantante Teddy Afro, considerado uno de los artistas etíopes más importantes de todos los tiempos.

Teddy es un artista de la jardinería de diseño. Cada cacharro raro o menos raro que cae en sus manos lo convierte en un florero, una planta con perejil a lo que le parezca mejor. Dice que alguna vez tocó la guitarra, y me señala la fotografía  colgada que ahora es un elemento más de decoración del muro donde tiene una sencillísima tienda de música que, así me lo pareció, son copias piratas de Cds.



15 Addis Abeba

Es el final de esta aventura. Fue el viaje mínimo que había previsto aunque mi idea siempre fue seguir hacia el sur cuanto pudiese. Pero bueno, ha sido un viaje muy intenso en lo físico y en lo emocional. Lo he sufrido y lo he disfrutado y por supuesto que a diferencia de otras veces no me arrepiento de dejarlo aquí, en la capital de Etiopia.

Si tuviera que decir los motivos de mi decisión no seria uno aislada, mas bien un cúmulo de circunstancias que probablemente tiene como motivo estrella los problemas de salud que durante una semana me dejó verdaderamente ko. La diarrea y no ser capaz de asimilar alimento por tres días fue brutal. 

El caso es que estoy aquí, en Addis Abeba. Cuando regrese habré vivido en esta ciudad durante once días en los cuales he recorrido sus calles tanto a pie como en bicicleta como nunca lo hubiera pensado.

Comenté en otra entrada anterior los problemas que tuve para conseguir dinero en dólares. Al final me vi con un montón de billetes de dinero local (1 $= 22,3 Birr) y dado que mi viaje se acorta tuve que ingeniármelas para no tener que regresar a España perdiendo mucho. Aquí, como en otros tantos países, el dinero es el rey, especialmente el dólar americano al que adoran y al que todo el mundo quiere poseer. Ahora bien, estas apañado como trates de conseguir cambio al revés, es decir, yo entrego dinero local y recibo divisa extranjera. Que no, que ningún banco ni organismo oficial se presta a ello. Así que la solución pasa por acudir a esos  puntos adecuados y siempre sórdidos donde circula el dinero negro, a los cambistas no oficiales que por supuesto no te lo ponen fácil. En fin, que al menos fui capaz de recuperar en dólares USA 214 de los 500 de mi trasferencia. 

A dos días vista de mi vuelo a España, uno recapacita sobre el viaje en la soledad de la habitación y se va quedando con los buenos momentos que, por supuesto, han sido la mayoría. Atrás se quedan los cabreos con esos de siempre que pululan por todo tiempo y lugar y que tratan de sacarte el dinero a base de engaños, bien sea cuando tratas de conseguir ticket de autobús, un alojamiento o una simple comida. Eres extranjero y tienes dinero, mucho o poco, ellos lo saben porque del aire no se vive, así que los de siempre te ven como una hucha con patas que trataran de romper como puedan.

Tengo recuerdos para Egipto. Ahí quedan las escoltas policiales que impiden viajar en solitario. Fueron momentos desagradables que se compensaron con tantísima belleza que te ofrece este país milenario. Y ese Nilo, que yo pensaba que vería mas a menudo y que a partir de Egipto lo perdí de vista fastidiando en parte  lo que parecería un bucólico viaje cada vez que me sentaba ante el mapa y lo preparaba con tanto derroche de entusiasmo.

Pero si el Nilo me abandonó, me recibió el desierto. Si, lo digo con emoción porque esta experiencia de pedalear tantos días por un lugar tan especial es única para alguien fanático de la bicicleta, y es lo que más me enorgullece del viaje.
  
Juntar desierto y soledad, con calor de cerca de cuarenta grados, con racionamiento de agua, con la necesidad imperiosa de conseguirla, incluso comida, con unas rectas interminables cuya sola visión obliga a hacer grandes esfuerzos para controlar la ansiedad y mantener la estabilidad mental crea un cóctel insuperable para quien le atraigan las imprevisiones de la aventura.

Esto fue Sudan. Un grandísimo desierto que emociona

Y de pronto llega Etiopia con todos sus contrastes, los propios y porque aquí ya no hace ese tremendo calor, ya no hay grandes extensiones de soledad y arena.


Aquí impera el contraste del verde de los arboles con los colores claros de los campos de trigo. Hay llanuras, pero también cadenas de montañas con algunos puertos que te cortan la respiración cuando bajas por algunas de sus cuestas. Aquí tampoco puedo dormir al raso como hacia en Sudan mientras contemplaba las estrellas. En Etiopia, ahora es diciembre y hace fresquito. Y por la noche duermo tapado por dos mantas y una colcha gruesa. No es de extrañar, la temperatura baja hasta los siete grados.

Pensaba que probablemente el menor de los contrastes entre los tres países sea el del carácter de sus gentes. En general, todos me han parecido amigables y dispuestos a echarte una mano cuando fue necesario. En todos he visto un carácter bastante alegre y con gran sentido del humor. Solo me arrepiento de no haberlo podido disfrutar lo suficiente por falta de mi capacidad para comunicarme; entiéndase en su idioma o en ingles. 

Addis Abeba
Once días han dado para hacerme una idea sobre este pueblo. He tratado con muchas personas y he visto bastantes cosas.


Addis es una ciudad grande, que no una gran ciudad visto desde mi perspectiva de occidental.

Si una ciudad grande y sus habitantes son el reflejo de la sociedad, debo decir que aquí hay un puñado de cosas que no me han gustado, especialmente aquello relacionado con las personas, el como viven, de sus carencias y de como son tratadas.

He visto mucha pobreza. Pero lo que no entiendo es la falta de asistencia social hacia los más necesitados. Para mi no es asimilable ver a tanto gente en la indigencia mas absoluta, pero sobre todo a tantos niños de cortísima edad, incluso bebés, pidiendo limosna al lado de madres jovencísimas, algunas de ellas con discapacidades importantes, como la ceguera total. No, no es asimilable. Esto, es indigno, aquí en España y en cualquier lugar. Francamente, he pasado momentos difíciles. Un país no puede ser grande, ni importante ni nada de nada si no es capaz de asumir un trato social mínimamente humanitario hacia sus gentes. 

También me ha dado tiempo a turistear un poco, aunque no sea lo que mas me guste de viajar. He visitado el Museo Nacional de Etiopia y debo decir que me encantó.

Imagen tomada en el Museo Nacional
Como había facilidad para fotografiar saqué el móvil y dispare a casi todo lo que vi. ¡ Ah, como hecho de menos esa cámara de fotos que me robaron en Sudan.¡¡

Como me gusta la sonrisa de esta joven

He estado alojado en una Pension&Guest House, que reza el cartel. Once días dan incluso para coger cariño al personal, especialmente porque el trato es con gente muy familiar y sencilla. 

Añadir que todo esta limpio, la ropa de cama, la toallas y los suelos. Y tengo jabon y papel higiénico en cuarto de aseo exclusivo con wc normal. Todo un lujo comparado con la media de los tres países. Cuesta 250 birr diarios, al cambio en dólares unos 14. 







sábado, 17 de diciembre de 2016

14 Hacia la frontera etiope

Hay un último tramo de 160 kilómetros hasta Etiopía y en el medio una población un tanto populosa: Doka. Y hacia ahí me dirijo.

El día anterior fui observando un cierto cambio en el paisaje que se confirmaría en los siguientes.


Comencé a ver poblados enteros, pequeños y grandes, de viviendas absolutamente distintas a las habituales.

Ahora eran circulares y cubiertas por un techo vegetal que en un principio se me antojó de paja. Construciones casi idénticas a las de los castros de Galicia o a las típicas de Os Ancares. El motivo era simple: había grandes extensiones de llanura plantadas de un cereal que se llama "TEFF" y es de origen etiope que al parecer posee una serie de propiedades increíbles.


En Doka tampoco había un lugar donde pasar la noche según la primera persona a la que pregunté en una gasolinera. Como de costumbre me armo de paciencia a la espera de acontecimientos porque estoy seguro que alguien comentara sobre ello. Pido una coca cola y me siento. Llegan clientes. Todos observan y algunos comentan entre ellos. Otros preguntan. Llega un tipo en su moto, reposta gasolina y en su cotilleo, ¡zas..!, da con la solución. Como que no, en el pueblo, en tal sitio, puede dormir... Y efectivamente, vuelve a confirmarse que con paciencia y la buena voluntad de algunos casi siempre surge la respuesta adecuada.

Y resultó que el lugar era relativamente bueno y muy barato. Esta noche quise dormir expresamente en el exterior porque dentro hacia un calor insoportable. Portamos la cama al patio y al raso descansé francamente bien.

12 de diciembre. Frontera Sudan - Etiopía

Hago el ultimo tramo por Sudan siguiendo una carretera llana como corresponde al paisaje. Se mantienen las grandes extensiones de cereales y viviendas de igual estilo. Pero ahora la carretera es un hervidero de gente; parece increíble, pero no hay un kilómetro sin que saludes a alguien, incluso allá donde no ves un vivienda. Andan muchísimo por la carretera, pareciera que viven sobre ella.


Es zona de pastoreo de vacas y se ven grandes manadas custodiadas por hombres a pie que, a lo que veo e intuyo, llevan una vida bastante precaria. Me llama la atención las muchas mujeres que transportan cosas sobre si mismas. Hace calor y necesitan beber así que llevan agua en la mano, unas veces en una botella y las más un simple cacharro de plástico abierto. También aquí mi intuición me dice que hay mucho sacrificio personal y grandes dosis de resignación asumidas ambas como algo natural.

Son incontables los puestos de control policial que a lo largo de este viaje he ido encontrando a mi paso. Este de hoy está tan cerca de la frontera que por un momento me confunde. Al acercarme me llama la atención poderosamente la cantidad de personas, casi todos hombres, que pululan por el lugar. Hay incluso un campamento permanente montado con todo tipo de plásticos, telas etc. La vista se me escapa haca un rincón donde un grupo de hombres han sido bajados de un camión.

Los han situado justo detrás del vehículo y están en filas, todos en cuclillas, nadie de pie, mientras le hacen algún tipo de chequeo. Me causa mucho desagrado ver la escena. Un policía de paisano me pide el pasaporte y aprovecho el momento para pedirle beber agua y cojo mi teléfono con la clara idea de fotografiar la escena aunque se que me puede costar un disgusto si me pillan. Cuando consigo la foto ya están subiendo de nuevo al camión. Van como un transporte de ganado.

Llego a la frontera y mi primera charla, cómo no, es con en tipo de los varios que vienen a ofrecerme cambio de divisa. Obviamente no gestiono este tema en tanto en mi pasaporte no esté el sello que garantice mi salida del país. Y efectivamente, cambio el dinero que llevo que no es mucho. Siempre acabas perdiendo porque en estos puestos fronterizos tan pequeños todos los cambistas se ponen de acuerdo sobre las ofertas. Yo estaba mal de dinero así que tuve que pasar una larga hora tratando de conseguir money en un banco primero, y cambiando después unos dolares y euros que tenia como medida de emergencia. Es duro comprobar como determinados sujetos siempre pretenden joderte, pero cuando esto te pasa en una situaciones de apuro de liquidez como era mi caso, entonces te dan ganas de agarrar por el cuello y zarandear al buitre de turno.
Otra foto clandestinamente tomada. Los militares me llamaron la atención por fotografiar la frontera
El paso fronterizo era un caos de gente moviéndose a pie. Un hervidero de personas que puede llegar a causarte agobio. Aquí y allá de la raya, a cada lado de la carretera, todo el mundo se busca la vida como puede. Unos piden limosna, los más en su puestecito personal vendiendo desde productos del campo hasta niños que te ofrecen pesarte en una báscula por una moneda. Aquí todo vale, todo es natural. Las aceras no existen, es todo tierra y has de andar con cuidado para no meter la pierna en cualquiera de los múltiples agujeros que hay. Todo es precario. Vienes de ver cosas que aquí son superadas a peor. Empiezo a ver gente muy pobre, muy sucia y vistiendo harapos. Y lo peor, es parte de un paisaje al que la gente no parece dar importancia. 

Ese dia aprovecho las pocas horas de luz que quedan para gestionar mi salida de este lugar que empieza a no gustarme. Tengo una transferencia de dinero a mi disposicion en cualquier oficina de Wester Union pero aqui no es posible. Lo pienso mucho y decido ir directamente a la capital, a Addis Abeba en autobús.

Cuando regreso al alojamiento ha caido la noche y todo el mundo anda con linternas. A pesar de ser un puesto fronterizo cortan la corriente eléctrica. 







viernes, 16 de diciembre de 2016

13 Malentendido emocinante


10 de diciembre. Wad Medani y el Nilo bajo de agua. Es tiempo de sequía.


Paseo, tomo té, y callejeo viendo los clásicos puestos de comida y talleres de trabajo a pie de calle. Todo muy común en Sudan. 

Después de dos días de ganduleo arranco como de costumbre sin luz y pisando las calles de Wad Medani, siempre rogando que no pille algún trozo de cristal a mi paso. Un riesgo asumido con tal de pedalear fresquito.

La idea era hacer el trayecto hasta Gedaref en dos etapas mas bien cortas. Y así, llegue al primer pueblo que yo creía importante porque figura en los mapas: El Fau. Error... pero bueno, es cosa corriente. resulta que no, que no hay donde dormir. Quedan muchas horas de dia y el lugar es bastante soso. Tomo una coca cola mientras dejo que asimilen la llegada del extraño y pienso que es un coñazo estar parado tanto tiempo mientras muere el dia. Pregunto a un policia del control de carretera por un lugar para dormir, nada. Pregunto a otros cuatro que están sentados y de tertulia; no, aquí no hay hotel, unos kilómetros más adelante, sí. Todo esto cada uno en el idioma que puede, Yo les paso mi traducción al amhárico (no se habla árabe); que no, que no quiero hotel, que además tengo poco dinero... Coño, el tipo entiende que estoy pelado. Mete mano al bolsillo mientras le dice a los otros tres que colaboren. Yo estoy alucinado, lo rechazo, claro, que no, que no quiero dinero, que dije que tengo poco dinero... Nada que no veo que lo entiendan; son de piñón fijo. En esto llega una furgoneta y le pregunto al poli generoso que si va al siguiente pueblo. Pues ya esta montado el tinglado. Se acerca el conductor para presentar sus papeles del transporte. Mi buen policía habla con el, de mi, obviamente, y de pronto le planta el dinero de la colecta en la mano y me veo como "invitado" a subir a la furgoneta para ser transportado. Ya no supe que decir, además, ¿como explicarles que era un mal entendido y negarme a la invitacion cuando aquellos hombres uniformados pusieron tanto empeño en favorecerme?. Reconozco que en medio de la sorpresa sentí una profunda emoción por su acto generoso y no pude por mas que acordarme de los cabrones anteriores con los que me he topado y que siempre intentan engañarte. Hoy era el dia madre de las compensaciones y reconozco que me emocioné profundamente. Los cuatro policías tampoco olvidarán el abrazo que aquel españolito sucio y barbudo les fue dando uno a uno. Me consta que les sorprendió. Que menos que esa muestra de agradecimiento, ¿no?.

Me estaba acercando al siguiente país, así que se encontraba mucho etíope deambulando por las carreteras con una especie de atillo y poco dinero.

La fugoneta bus de viajeros
El conductor va subiendo gente a la furgoneta. Luego yo seria testigo de como paró el vehículo kilómetros antes de antes de llegar al destino y empieza con ellos una negociación brutal sobre lo que han de pagar. Coño, yo veía que aquellos hombres humildes desde la cabeza hasta los dedos del pie, poco podían ofrecer pero la alternativa era bajar de la furgoneta. Solo pude alegrarme de que a mi me llevaba por las pocas libras sudanesas que el policía le había puesto en a mano. No tuvo mas remedio que tragar. 

Y asi apareci en Gedaref un dia antes de lo previsto aun con la sorpresa por todo lo acontecido. Aqui si habia hotel pero aunque hubiese sido mas barato, solo por honradez con mis polis benefactores, no hubiese dormigo pagando.

Pedi permiso al vigilante de una obra y monte mi chiringuito: unos cartones al mas puro estilo de un indigente, y encima el saco de dormir.

Fueron unas horas de charla con este originario de "Niyiria", entiendase Nigeria. De unos setenta años, este hombre llegó en su juventud a Sudan y tiene familia allá, al otro lado de África. Se emocionó al contarlo y sus ojos comenzaron a brillar a traves de los cristales de sus gafas. 




viernes, 9 de diciembre de 2016

12 Me robaron la cámara, no hay fotos

Alshawrab, este es el nombre del día. Es 8 de diciembre.

Viajar como viajo conlleva que cualquier situación es posible en cualquier momento. Es una aventura diaria que no sabes que final tendrá hasta que te has acostado. Y aun así, como en este caso, la sorpresa salta justo al despertarme.

El día 6 Salí de Jartum a las 6:30 de la mañana cuando el sol aun estaba escondido. Jartun es duro de pelar con su trafico y mi trayecto urbano rondó los 8 km, así que puse el GPS y a pisar ciudad. No fue tan fácil a pesar de todo, aquí la gente se acuesta muy temprano porque a las seis y media ya todo el mundo empieza a cenar y recogerse. A las 5 de la mañana mucha gente ya se busca la vida y los motores lo polucionan todo.

Fue un viaje corto, 56 kilómetros en total, una etapita impropia sí, pero apropiada a mi situación física. Ya he perdido la cuenta de los días que llevo lidiando con la diarrea y los problemas estomacales. Pues eso, que estaba sin fuerzas y me paré. Como es habitual al llegar a un lugar  hago las preguntas de rigor, pongo cara de chico enfermo (no me costó trabajo) y acabé pasando un montón de horas tirado en una cama de esas que hay en todos los sitios, en la estación de ferrocarril, fuera del edificio, claro, al lado mismo de las vías y bajo la sombra de un gran árbol. Como es normal se corre la voz y todo el mundo pasa revista al españolito dándole la mano y preguntando “joaryu?”. Si pongo una carpa y cobro entrada me forro. Lo cierto es que fue una tarde muy incómoda de continua visita al retrete con la jarra de agua en la mano. Recuerdo que por aquí es raro el uso de papel higiénico. Ya sabes, con la mano izquierda te limpias y con la derecha comes. Recuerdo que tampoco sirven la comida con tenedor y/o cuchara, solo platos con comida y el pan. Y así hay que apañarse. Aunque yo, mi cucharita y tenedor propio tengo para ocasiones difíciles, jejeje.

Agradecido al empleado de la estación, al día siguiente salgo temprano a la carretera y lleno de picotazos de mosquito por todos los lados visibles de mi piel.

Día 7 de diciembre. Al igual que el día anterior me canso mucho y paro a los sesenta y algo de kilómetros. Es muy temprano, alrededor de la una de la tarde y me quedan muchas horas por delante. La gente está en la calle, los locales no son al estilo cafetería occidental así que llegas, gestionas tus preguntas con más o menos fortuna y cuando ya tienen una solución esperas en la calle a que llegue la noche. Salvo que duermas al raso, algo normal, en cuyo caso ya ni te mueves sitio.

En este caso un hombre del pueblo se acerco a mi acompañado una chica que hablaba algo de ingles. Acabó ofreciéndome una alternativa, se lo agradecí y continué a la sombra de un árbol junto a otras personas locales a la espera de la caída de la noche. Pero la vida, y más en estos viajes pega giros inesperados. La gente se entera de todo y todos saben lo que pasa. A las tres horas de mi llegada aparece un chico muy apañado, muy educado él, y hablándome en  ingles (todo el mundo presume que lo entiendes perfectamente) y me dice que en su casa tiene un buen lugar para mi. Decido acompañarlo. Cierto, la casa es grande y de calidad comparada con el resto. Hay un puñado de amigos suyos de visita. Me explica que su hermana se casa mañana y que esta noche hay una fiesta para familiares y amigos de la familia. Joder, pienso, ya me metí en un lio. Yo no estaba para fiestas, la verdad, mi cuerpo roto y vacío pide cama pero ya acepté y soy incapaz de decirle que no. De todos modos la curiosidad puede conmigo y es una oportunidad única de estar presente en un acontecimiento social  que de otro modo es imposible.

Me llega información: habrá música, baile y poco mas. Llega un grupo con un órgano, cantantes y ritmos electrónicos. En el patio se sitúan sillas de modo estratégico y dos camas. Recuerdo aquí las camas tienen un concepto  y un uso mas amplio que el de servir para dormir. Va llegando la gente, las mujeres todas muy bien arregladas y con trajes clásicos, por aquí la moda occidental no se utiliza habitualmente. En la parte principal del patio se sientan las mujeres y los niños. En la otra esquina los hombres y justo detrás y a los flancos de la orquestilla se arriman toda la panda de gente joven hasta los treinta y pocos, mayormente los amigos de mi anfitrión.

Aquí no se bebe nada, ni se come. La música me sorprende con un ritmo alegre y marchoso; una mezcla de música sudanesa y ritmo que a veces parece que Bob Marley estuviera al micrófono. Las mujeres poco a poco empiezan a salir a pista y danzan muy suavito, con pasos muy cortos, más en un arrastrar de pies que levantándolos del suelo. Muy rítmico, como solo los negros saben hacerlo. Se cierran en un corro mientras se mueven y charlan. Aparece la novia. Momento importante porque es la protagonista y porque es guapísima, esbelta y muy alta. Va envuelta en una túnica verde claro con adornos dorados. Muy elegante. La mujeres de la pista la incorporan al corro y siguen con su danza suave y sinuosa. Una de esas mujeres se mueve con tal sentido del ritmo que mi vista se mantiene fija en sus caderas y en sus pies, No se puede describir; parece sencillo pero no lo es en absoluto.

Los hombres son más sosos, solo algunos se acercan a las mujeres y entran en el corro manteniendo el ritmo de la música durante unos cuantos segundos y se retiran. Y esa es la tónica de la fiesta en general. Los hombres más mayores como que no estuvieran y los jóvenes de broma y jolgorio permanente como corresponde a su edad.

Los intentos para sacar a pista a este que escribe resultaron vanos, claro. La verdad es que yo era en punto discordante de la fiesta aunque todo en mundo lo sabia. No pude ducharme, era el segundo día consecutivo, así que me aseé como pude las partes visibles, me lave la cabeza y me puse un pantalón largo. La camisa tenia mierda a kilos de la carretera y sudor de mi cuerpo pero como era muy clara y había poca luz resulto invisible. Bueno, eso creo.

Se para la música para alegría mía pero resulta que es un descanso. En un apartado los chicos de la orquesta recuperan fuerzas y beben algo de sabor dulzón. Llega el jefe de la casa vistiendo túnica blanca y su hijo me lo presenta: “My father”. Nos damos la mano, unas palabras que entiendo a medias y me fijo que trae con él una escopeta de proporciones que impresionan. Más tarde compruebo el motivo al sorprenderme con trehs tiros atronadores a modo de salva de honor en medio del patio.

Son las diez y media pasada y mis ojos se cierran. No puedo con mi cuerpo. Mi anfitrión lo sabe pero soy muy educado y le digo “Don’t worry”. Se alegra y me dice que en una hora se acaba. Dios, que mal lo pasé. Se marcha todo el mundo menos cuatro o cinco amigos que se quedan a dormir. Traen una bandeja redonda  enorme, la típica en la que sirven la comida en común. Dentro de ella varios platos distintos y pan. Te lavas las manos muy mal, agarras tu pan y participas de la comanda.

Doce treinta de la noche. Me acuesto. Quedo con mi anfitrión a las 7. A las cinco estoy desvelado, a las seis treinta me levanto y monto las alforjas y compruebo que nada queda olvidado. Abro mi bolsa de manillar donde llevo la documentación, el dinero y la cámara de fotos. ¡¡ La cámara…!!, no está la cámara en su sitio. Ha desaparecido. Se lo digo, mi anfitrión me mira incrédulo, piensa que me estoy explicando mal. Sus amigos alucinan, yo no doy crédito… Me pongo en su lugar y lo entiendo. Estás en tu casa en una fiesta muy importante para la familia. Has invitado a familiares, amigos íntimos y gente de confianza. La bicicleta estaba situada en el lugar que me asignaron para dormir,  en una esquina alejada del paso de personas. Y uno de tus conocidos, quizá un amigo le roba a tu invitado. Tremendo.

Día 8 de diciembre. Llegué donde quería, a este pueblo grande llamado Wad Madani. Vine en busca de un hotel para pasar un par de noches y reponer mis fuerzas. Se me hizo larga la etapa a pesar de ser corta. El cabreo y la impotencia me han acompañado todo el tiempo. 

No es igual viajar sin la cámara de fotos, sin su zoom y sin su gran angular. 

Tengo claro que hoy fue el día más perro de todo el viaje y que si tengo un avión a mano me hubiese largado. Estoy a punto de ir a  dormir y ya empiezo a asumirlo con resignación. Lo mejor de todo es que cada mañana amanece de nuevo y hay que seguir adelante.






lunes, 5 de diciembre de 2016

11 ASUAN - DONGOLA (Crónica con fotos)

En Asuán, la importancia del rio Nilo se hace patente en cuanto pisas la ciudad. Tengo pocas fotografías de este lugar. Unas son las del obelisco inacabado que ya subí, y las otras podrían haber sido de un bonito Nubian Museum en el que no permiten sacar fotografías.
Asuan me trae al recuerdo la aburrida espera por el visado para Sudan.




Mi bicicleta va en ese pasillo, en la parte delantera. Salimos de Asuán camino de Abu Simbel. Con estos chicos de Jartum coincidí en el bus. Ellos practican ciclismo. 


Tuvieron un comportamiento conmigo inmejorable, una especie de apadrinamiento total. Al bajar del bus en Wadi Halfa me tomaron bajo su tutela y decidieron que compartiera el alojamiento que tenían reservado. Espero volver a verlos cuando llegue a Jartum. Sigo en contacto con ellos



Viaje en ferry y atraque en Abu Simbel



Lugar cutre y perdido en el desierto donde paré cuando el calor se me hizo insoportable. Los clientes y yo mismo estamos con la torrija por culpa del sol, dejando pasar el tiempo mientras la tele cuenta cualquier cosa.

Un amigo más en el camino. Es frecuente que quieran sacarse una foto conmigo. Supongo que valoran el tipo de viaje, por el esfuerzo, claro.  Aunque les digas que vas a 50 km más adelante ya les parece una locura.


Y ese es mi lugar para pasar esa noche. Imposible el aseo así que a tirarse encima del catre y a intentar dormir vestido. Un techo de cañas, unas paredes de adobe y un suelo de arena, ¿Quién necesita más? 



Es el desierto, si, pero aquí los paisajes y las formas te sorprenden con muchísima frecuencia. Esa roca de ahí, ¿notas que se parece a algún animal?. A mi me lo pareció


Y te preguntas qué hace ahí esa planta en medio de la nada soportando tanto calor. Probablemente sea el producto de una semilla llegada ahí desde algún vehículo


Este Guest House esta en Abri. Un lugar precioso para pernoctar tan pegado al Nilo que desde la ventana se ve a la gente con sus faenas. Por la noche hay poca luz artificial, así que desde el patio puedes contemplar la inmensidad de estrellas del cielo mientras tomas un vasito de te.

El pescador preparando sus redes para pescar carpas en el Nilo. Barcas y gente en la orilla

A lo largo y ancho de Sudan siempre encontraras un lugar donde los fukets estarán esperando con agua que alguien se encarga de ir reponiendo cada poco tiempo.

Suele ser agua turbia por mor del color de la propia tierra, perro potable. Estas vasijas de barro actúan con el mismo efecto físico que un botijo. El agua transpira a través del barro y la brisa la mantiene mas fresca. En el desierto, dar agua a quien la necesite no solo es un acto solidario, podría considerarse una obligación.


A veces uno necesita hacer un breve alto en el camino aunque sea a pleno sol. Se trata de relajarse, evadirse de pensamientos, agobios y tomárselo con el mejor humor posible.


Te sacas una foto mientras corres hacia la cámara, gritas o saltas. Todo un poco loco pero efectivo.

En ocasiones la parada es mas larga, bien sea porque comes algo o, como en este caso, que te encuentras a alguien y os sentís  bien mutuamente de inmediato. Este amigo, un trabajador de a pie en estas montañas, buscador de oro o trabajador a sueldo, vete a saber… lo cierto es que no me dejo pagar el té. Era el momento de alargar ese rato de relax y disfrutarlo.


La falta de calidad de estas imágenes es porque están tomadas con el zoom a una distancia considerable. Tardé unos días en saber que pasaba en esas montañas que discurren a lo largo de mi ruta. Veía a mucha gente, especialmente jóvenes, que se movían en el entorno portando el típico buscador de metales.


Y veía constantemente lugares removidos con montones de tierra acumulada. Mas tarde me enteré de que buscan oro.  




Solo ver las imágenes ya entran sudores. ñ
Esas largas rectas se hacen inacabables a las altísimas temperaturas que hay que soportar. Hay que centrarse mucho mentalmente y pensar en algo agradable. O no pensar, que es otra opción. 


Este es el otro sitio que yo catalogo como cutre y bien que lo es, aunque lo hago mas por darle un calificativo comprensible. Lo cierto es que hacen un servicio a la gente a un módico precio. A mi, el echo de que estuviera allí cuando no contaba con ello, evitó que pasara el trabajo de montar y desmontar mi tienda de campaña. Pero las personas que lo atienden si son criticables por su falta de ganas. Esos catres están necesitados de una reparación. La letrina es de un diseño tan poco practico que tienes que “apuntar” muy bien para no fallar los tiros. 
Dormí en ese espacio al lado de la bicicleta. Esa noche hizo un viento fuerte y tuve que hacer uso del saco de dormir entrada la madrugada.

Se acaba el día y hay que dar gracias.



Algunos creyentes se reúnen y rezan en grupo normalmente dirigidos por uno de los componentes. Siempre hombres, eso si. 
Y amanece, claro, siempre amanece. Antes de que ese sol mordiente asome hay que estar ya en la carretera ganándole todo el tiempo posible al fresco de la mañana.

Dromedarios he visto pocos por el camino pero si una cantidad enorme de burros. Ya pasó también en Egipto.


Me he dado cuenta del gran trabajo que desempeña este animal.


Bajito y fuerte siempre los ves en cualquier parte, ya sea tirando de un carro, o cargando sacos. Siempre con su cabeza gacha y su ritmo cansino salvo cuando al “otro burro”, al dueño, le da por zurrarle fuerte mientras se deja transportar. Será cabronazo; es algo que no soporto.

Y acaba mi recorrido en Dongola, ciudad donde me encuentro.


Leí en algún sitio que es una de las grandes del norte de Sudan. De todos modos he sido incapaz de conseguir un lugar con Wifi para poder colgar las cosas en el blog. Esto de llamar grande a algo tiene definiciones o valoraciones bien distinta para unos y otros. Grande en extensión seguro que lo es, pero no deja de ser un pueblo grande que vive básicamente de la agricultura.



Prueba de ello son los productos y sus vendedores que hoy pude ver mientras visitaba el marcado.

¿Interesa una cama sudanesa?. Ya os digo yo que fuerte es.


Aguanta hasta una pareja de focas pero también garantizo que con ese somier de rejilla metálica  con refuerzos transversales los riñones amanecerán cuadrados. Esto si que es una cama de matrimonio “Pa toa la vida”. La tierra podrá arañarla pero no hay polvo que acabe con ella.

Termino con un especial recuerdo para los jovencísimos chicos que me encuentro a lo largo de la ruta trabajando en cualquiera de todos estos lugares donde hago paradas o me alojo.

Son muchachos generalmente tímidos en el trato, al principio. Yo sigo la táctica de dejar que el interés que les suscito provoque que poco a poco tomen confianza. Normalmente acabo respondiendo a las mismas preguntas y compartiendo una fotografía. Ocurre con mas frecuencia de la que quisiera que no saben leer. Yo les paso el texto al árabe con mi teléfono y se lo enseño. Les causa gracia que podamos entendernos pero a veces resulta que no saben leer y he visto mucha vergüenza en su actitud cuando tenían que reconocerlo. Es curioso, algunos de ellos no leen en su idioma pero hablan un ingles aprendido en el trato con los clientes. Yo quedo impresionado de tanto potencial desperdiciado por las circunstancias.

Tienen un mérito enorme, la verdad, pero me da mucha pena llegar a esta tierra desde  un lugar donde los excesos son tan frecuentes y encontrarme a chicos sin futuro y sin objetivos. Se levantan con el sol, sirven te, café o comidas y se acuestas en cuanto pueden para volver a la maldita rutina cada jornada.

Entre todos hemos convertido este mundo en algo tremendamente injusto.